Regresamos tras la introducción previa respecto a la retrospectiva que les vengo ofreciendo en torno a la relación entre la robótica y la neurocirugía desde su origen. Si bien nos referimos en el capítulo anterior al año 1985, lo cierto es que los primeros años de investigación no reportaron suficiente certeza como para comenzar a tratar a pacientes con los resultados obtenidos.

Fue en el año 2004 cuando aparece la primera computadora que comparte el control de la intervención con el cirujano. El denominado entonces “robot”, en casi nada parecido al concepto actual, mucho más versátil e inteligente, contaba con brazo dotado de seis grados de posición. Mejoraba algo la destreza del profesional, pero de un modo ciertamente rígido.

El sistema utilizaba la tomografía computerizada preoperatoria o la resonancia magnética nuclear para planificar la trayectoria del tornillo. Primero se instalaba el robot en el quirófano y luego se capturaban imágenes que se fusionaban con las obtenidas en el preoperatorio. Entonces, dicho emparejamiento permitía reconstruir el campo operatorio y verificar la ubicación de las vértebras, se alineaban, y entonces el cirujano utilizaba el brazo o robot para colocar el tornillo pedicular.

El procedimiento que les describo, siquiera de forma somera, produjo numerosos inconvenientes. El robot requería una prueba previa a la cirugía que sometía al paciente a una radiación nada conveniente, motivo por el que en aquellos años rechazamos utilizarlo en Equipo de la Torre, conscientes de que la seguridad es un requisito indispensable en nuestro modo de hacer. Pero además, supimos del registro de casos en los que la alineación del tornillo fue inadecuada y de otros en los que las cánulas de implantación de entrada no eran lo suficientemente estables pudiendo moverse y provocar una colocación del tornillo más lateral de lo deseable.

El sistema que describo para ustedes presentó una segunda generación en 2011 y otra más en 2016, pero su estudio no nos convenció lo suficiente como para adquirirlo para nuestros pacientes. Es muy bueno su avance pero no lo bastante desde el punto de vista de la seguridad. El equipo del que disponemos en la actualidad, si bien han de permitirme una pequeña licencia antes de abordarlo en capítulos posteriores de esta serie, se encuentra a años luz de aquellos primeros vestigios de unión entre la neurocirugía y la robótica.

Hoy les he descrito uno de los sistemas y equipos que, una vez estudiados y comprobada su eficacia, no fueron suficientemente buenos para decidirnos a incluirnos en nuestros servicios. En próximas entregas indagaremos en otros que sí formaron parte de Equipo de la Torre aunque hayan sido superados en la actualidad. Les espero.

Por el Dr. Manuel de la Torre Gutiérrez

  • Jefe del Servicio de Neurocirugía Equipo de la Torre Hospitales Vithas Madrid.
  • American Association of Neurological Surgeons Member.
  • European Association of Neurosurgical Societies Member.
  • Miembro activo de la Sociedad Española de Neurocirugía y de la Sociedad Española del Dolor SED
  • Investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y otras instituciones.
  • Académico de la Real Sociedad Española de las Ciencias