Podemos definir un temblor como un movimiento involuntario, anormal, rítmico, oscilante, que compromete un segmento producido por la contracción, alternante o simultánea, de músculos agonistas y antagonistas. Aunque hay muchos tipos de (más de 20), el temblor esencial es el más frecuente de todos.
El doctor Gerardo Lopez Flores, de Equipo de la Torre, explica que se trata de un trastorno del sistema nervioso que causa “movimientos involuntarios y rítmicos”. Si bien puede afectar a prácticamente cualquier parte del cuerpo, el temblor se presenta con mayor frecuencia en las manos, especialmente al hacer tareas simples, como beber de un vaso o atarse los cordones.
Por lo general, aclara el especialista de nuestro Equipo, no es grave, pero empeora con el tiempo y puede ser intenso en algunas personas. La intensidad del temblor se acentúa en situaciones de tensión emocional, fatiga, ingestión de estimulantes (cafeína) o al sentirse observado. Es una patología que desaparece durante el sueño.
¿A qué edad aparece un temblor esencial?
Las estadísticas marcan que una de cada veinte personas con más de 40 años (un 5%) puede sufrir este tipo de temblores. El porcentaje es mucho más alto en pacientes con más de 65 años: uno de cada cinco puede tener temblor esencial.
Aunque el temblor esencial puede aparecer a cualquier edad, la edad promedio de inicio es entre los 35 y 45 años. Se estima que la prevalencia a nivel mundial de temblor esencial oscila entre el 0,4 y el 6%, aumentando con la edad. Ambos sexos se afectan de igual forma.
Causas y síntomas del temblor esencial
Puede presentarse de manera esporádica o por vínculos hereditarios. En el 60% de los pacientes, se encuentran antecedentes familiares de temblor. En aquellos casos en los que no existe un origen genético, las causas no están claras. La genética parece ser variada, con la implicación de varios genes como factor de riesgo de la enfermedad.
Respecto a los síntomas, el temblor esencial se encuentra caracterizado por un temblor rítmico que se produce durante los movimientos voluntarios (temblor cinético) o al mantener una posición en contra de la gravedad (temblor postural). El temblor se puede manifestar de las siguientes maneras:
- Sacudida rítmica de las manos, los brazos, las piernas o el tronco.
- Voz temblorosa.
- Dificultad para escribir o dibujar.
- Problemas para sostener y controlar los utensilios, como la cuchara.
Diagnóstico y tratamientos
El temblor esencial se diagnostica, muchas veces, de forma errónea. El diagnóstico es clínico, basado en los criterios creados por el MovementDisorderSociety (MDS), debiendo cumplir con todos ellos, tanto fundamentales como de exclusión.
El diagnóstico se establece mediante la exploración física del paciente. Aunque suele ser necesario la realización de una resonancia magnética cerebral, neuroimágenes y otras pruebas neurofisiológicas para descartar otras patologías.
El tratamiento dependerá de la severidad del temblor, la parte del cuerpo en la que se produzca, la ocupación del paciente y cómo afecta a su calidad de vida. La farmacoterapia del temblor esencial es limitada y no existe ningún fármaco que beneficie a todos los pacientes.
Cuando el tratamiento farmacológico no controla adecuadamente el temblor, se puede optar por el tratamiento quirúrgico. Existen varias modalidades de tratamiento quirúrgico, pero vamos a centrarnos en describir las más utilizadas en la actualidad.
- Cirugía ablativa: consiste en producir una ablación o lesión controlada en una pequeña parte seleccionada del cerebro. Esta modalidad de tratamiento se puede realizar indistintamente por tres métodos diferentes de “lesión” y cada uno de ellos constituye en sí una técnica de tratamiento: ablación térmica por radiofrecuencia, lesión por radiación ionizante (radiocirugía) y ablación térmica al administrar una alta dosis de energía ultrasónica mediante ultrasonido focal guiado por resonancia magnética.
- Cirugía de estimulación cerebral profunda (DBS por sus siglas en inglés): es la modalidad de tratamiento más usada en todo el mundo actualmente. Consiste en la estimulación de alta frecuencia en una pequeña parte del cerebro. A través de impulsos eléctricos, se inhibe o modula la parte del cerebro que se encuentra anormalmente hiperactiva y, por ello, es responsable de los síntomas de la enfermedad.
Para lograr estos objetivos es necesario implantar en el cuerpo los electrodos cerebrales y un pequeño neuroestimulador parecido a un marcapaso cardíaco. El médico a cargo de la intervención puede ajustar de forma no invasiva la configuración del dispositivo y los niveles de estimulación utilizando un dispositivo de programación.