Cuando se habla de lesiones en la columna vertebral generalmente se hace referencia a las lesiones sufridas por los discos intervertebrales, unas estructuras ubicadas entre las vértebras que las mantienen unidas y que permiten su movilidad.

Los discos intervertebrales tienen distintas funciones, como amortiguar para evitar lesiones o distribuir las cargas generadas en la columna. Permiten la flexibilidad de la columna y actúan como amortiguadores durante las actividades diarias tales como caminar, correr y saltar.

En el blog de hoy analizaremos los tipos de lesiones que pueden afectar a esta parte esencial de la columna vertebral.

Estructura de los discos intervertebrales

Antes de detallar las dolencias que pueden afectarles conviene conocer cómo están formados los discos intervertebrales. Los discos se componen de dos partes:

Cada disco intervertebral se compone de núcleo pulposo y anillo fibroso

El núcleo pulposo, que es una sustancia gelatinosa que suministra amortiguación a la columna espinal.
El anillo fibroso, un anillo cartilaginoso que rodea el núcleo pulposo y que lo mantiene intacto cuando se aplican fuerzas a la columna espinal.

Qué lesiones afectan a los discos

En total hay veintitrés discos intervertebrales en la columna vertebral. Problemas específicos con cualquiera de estos discos pueden generar diversos síntomas, incluso dolor de espalda, dolor de cuello y ciática.

Lesiones de los discos intervertebrales

Se pueden diferenciar principalmente cinco lesiones como las más comunes que afectan a a los discos intervertebrales. Son las siguientes:

Deshidratación del disco intervertebral: los discos vertebrales están compuestos en su mayoría por agua (el núcleo pulposo es aproximadamente un 88% agua). Con el paso de los años el núcleo se seca, pierde agua y elastina a la vez, lo que aumenta su composición en colágeno. Las láminas del anillo se engrosan, y van disminuyendo su grosor hasta que desaparecen. Un disco vertebral con estas características va perdiendo poco a poco su capacidad de amortiguar y distribuir fuerzas, y a menudo se desarrollan fisuras y cavidades (lesiones que generan muchas molestias en la espalda).

Protusión discal: sucede cuando algunas de las capas del anillo fibroso se rompen, de modo que el núcleo pulposo comienza a salir por esas roturas de los anillos. Este escape de núcleo pulposo sólo produce un abultamiento del disco vertebral. Es común que a partir de los 30 o 40 años aparezcan las protrusiones discales, pero generalmente no generan ningún síntoma. Es importante tenerlas en cuenta, porque son una señal de alarma y se debe tener más cuidado con la espalda, pero no producen patologías.

Hernia discal: ocurre cuando todo o parte del núcleo pulposo es forzado a pasar a través de una fisura o alguna parte débil del disco y se sale. Al salir puede comprimir una raíz nerviosa, o peor aún, romperse. A diferencia de la protusión, sí produce dolor, debido a la compresión nerviosa.

Desgaste discal: a medida que los discos intervertebrales se degeneran pierden la organización normal de sus fibras de colágeno y poco a poco sus componentes. Además, se van calcificando. La degeneración de estas estructuras y la calcificación dificulta el intercambio de metabolitos del núcleo, y si adicionamos la disminución de la calidad y cantidad de células debido al envejecimiento, el disco se vuelve más frágil.

Degeneración con osteofitos: los osteofitos son crecimientos anormales de hueso. Es muy común observarlos en los estados avanzados de degeneración de los discos. No se sabe el mecanismo exacto por el cual aparecen. Los osteofitos y la disminución de la altura del disco sugieren rigidez completa del segmento vertebral, y favorecen la compresión de raíces nerviosas y otras patologías.